Qué extremadamente corta
parece hoy mi larga vida,
y en la ficticia
cortedad,
¡cuántos cambios en el
mundo!
He visto al hombre en su
intento
de arrancar el niqab al
rostro de la luna
y de revelar, a merced de
la ciencia,
los grandes enigmas del
corazón.
Sin embargo, en la cima,
de donde observo las aguas
del pasado,
me vuelvo al cielo y
agradezco
que ambos conserven su
misterio;
la luna ignora la visita del humano
y sigue abriendo los diques
de las palabras y los versos,
y el corazón, que ha sentido
cómo rasgan su textura,
todavía no cuenta cómo
nacen
las locas campanadas
por los vaivenes del amor.
Creí subir a un galeón
para cruzar los mares de
la vida;
¡cómo saber qué me
esperaba
en cada uno de los
puertos!
Si bien el sol iluminó
las bondades de mis olas,
también tuvo que ceder
a las crudezas del tifón.
Cuando sentí la fuerte
nave
volverse barca de papel,
me así al mástil y
remonté
el fuerte oleaje con tesón;
no me venció, icé las
velas,
me encaminé por otros
rumbos…
Y más allá del horizonte,
por donde suele irse el
sol,
en el seno del espíritu
o en el caudal de las
estrellas,
pude encontrar el alma
sabia
que nos da la
experiencia.
Tomo su mano y continúo,
miro la vida y la consagro,
no saco cuentas, no mido
tiempo,
que sean minutos bien gastados:
gratos recuerdos, una canción,
una sonrisa, un buen
amigo,
frente a mis ojos, la
creación,
en el alma, mis seres
queridos,
la voz serena del gran
amor
y de mi madre, la
bendición.
¿Cuánto me queda? ¿Eso
importa?
Sólo la gracia de haber
existido.
Olga Cortez Barbera
Imagen: es.123rf
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