Con las presuntas profecías mayas, la proximidad de mi
cuarto quinceañero y la llegada de un nuevo año, respiro renovación. He
transcurrido un camino de transformaciones: de maestra de escuela a feliz
jubilada, de madre de jóvenes adultos a consentidora abuela; cambios reflejados
en mi físico, mi talla, mis necesidades, mis costumbres y rutina. Esta
realidad me hizo chocar con la impostergable tarea que, por dejadez, estaba
evitando. Sí, sin remedio, ¡tenía que limpiar mi clóset!
Parada frente a las puertas abiertas me pregunté:
¿Cómo es posible que haya dejado acumular tanta cosa que no uso ni necesito?
Como maestra de teatro, sabía que toda pieza pasada de moda, podía servir
en una obra, ya sea como vestuario o utilería. Y que cualquier cosa,
guardada por años, iba a ser necesitada el día después que lo botara. Pero
estaba decidida a tomarme el riesgo. Lo sorprendente es que con
cada pieza sacada del clóset, salían también recuerdos perdidos, la nostalgia
de momentos idos y aquella frase, cierta o no, que decía mi abuela: “todo
tiempo pasado fue mejor”.
Allí estaba el traje que usé para la boda de mi hijo.
Un traje sencillo, sobrio, tal como fue la recepción en la casa de la novia, en
Argentina. Qué nervios ¡yo era la madre del novio! Era el menor y el primero
que se casaba. Como invitados especiales teníamos a los periodistas
del diario Primera Hora que habían convertido a Juan Noel en
un “Boricua en la luna”. Para entonces, ambos estudiaban en la Escuela de Teatro de San
Miguel, donde se conocieron. Quién me hubiera dicho que, seis años
después, regresaría a casa bendiciéndome con dos nuevos nietos. Junto al traje,
toda esa “ropa de invierno” que por razones obvias me sobra en la isla.
Los abrigos sí los conservé, por si algún día, mi Buenos Aires querido, “yo te
vuelva a ver”.
A ese traje lo siguen una camisa violeta y dos en blanco y negro. Las
compré para el velorio y entierro de mi titi. A su lado, el vestido que usé
para asistir a una obra de teatro, culminación de un taller, que me dedicaban
esa misma semana. Recuerdo ese domingo; al despedirme de Titi, me di cuenta que
no le había dicho sobre el homenaje, pero me fui pensando: “se lo cuento el
próximo domingo”. No hubo otro. Se me fue el viernes, calladita,
tranquila. Ni siquiera sé si escuchó, desde el lecho, nuestro adiós.
Un sentimiento muy distinto me evoca una camisa de
líneas rosas y blancas. Con ella me retraté, frente a “aguas grandes”, en
uno de los paisajes más hermosos de este planeta. Mis vivencias no se van
al cesto con ella. Sí se van un montón de pantalones y blusas, los cuales
tuve la esperanza de un día volverme a poner y ahora tengo la certeza de
que nunca lo haré.
Añado otro conjunto; lo usé para el rencuentro de mi
clase graduada. No sospechaban nuestros diecisiete años, al
despedirnos en los “70” ,
que cada uno tomaría rumbos no imaginados y que la mayoría de nosotros, juntos
desde los años primarios, no volveríamos a vernos hasta cuarenta años después.
Y así seguía sacando piezas del fondo, muy al
fondo: la ropa escogida para conocer a un amigo virtual a quien quería
dar una buena impresión, la sudadera heredada de mi madre con el logo de
nuestro equipo de béisbol y que había que usar para ganar, la camiseta comprada
como souvenir de ese rinconcito que visitamos y tanto nos emocionó, el ajuar
usado para lucir especial en una noche especial con esa persona más especial
aún, y aquella otra pieza que jamás volví a tocar pues era la imagen de
la decepción y la rabia.
Todo el pasado encerrado en un clóset, reflejado en
los artículos guardados y olvidados. Lleno, como también se nos llena el
alma de tiempos pasados sin dejar lugar para los que vendrán.
Es Navidad. Época de renovación. En lo
espiritual y en lo físico. Es el momento para deshacernos de todo lo que
nos moleste, nos atrase, nos amarre. ¡Fuera rencores, frustraciones,
desengaños, fracasos! Aún hay tiempo para soñar, planear, ilusionarse, fijarse
metas. Sí, ¡es Navidad! Final y comienzo. Otra oportunidad para empezar a
acumular nuevos y mejores tiempos. Les hago espacio. ¡Viene el
mañana! Salgo a recibirlo.
Elsia Cruz Torruellas
Puerto Rico
Imagen: es.123rf.com
Gracias, amiga, por esta publicación. Un abrazo grande, grande.
ResponderEliminarGracias a ti. Me siento honrada. Un beso
ResponderEliminar¡¡Me encanta!!!!! " Todo el pasado encerrado en un clóset, reflejado en los artículos guardados y olvidados. Lleno, como también se nos llena el alma de tiempos pasados sin dejar lugar para los que vendrán." ¡Hay que dejar lugar!
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