lunes, 18 de julio de 2016

EL ROJO Y EL NEGRO -Idania Pérez

Resultado de imagen para bailarines de tango es.123rf dibujos



Llegué a la ciudad más visitada de América del Sur: Buenos Aires. Finales de la década de los noventa. La crisis económica estaba presente. Por primera vez usaba los dólares americanos para pagar mi café. Era una mañana de hielo. Todos vestían de negro, gris y blanco.
O esos mismos colores, combinados. Cabellos muy cortos, vestido rojo, me hacían extranjera irremediable.
Deambulé perdida por  la multitud. Tenía la fragancia de la juventud. ¡Nadie se fijó en mí! Ni siquiera por mi traje rojo escarlata. En la tarde, dicté una conferencia sobre el Caribe como destino turístico. Era un salón, en un lujoso hotel del centro de la ciudad. Los hombres, serios, concentrados en el texto del programa. Sus trajes oscuros. Las mujeres, hermosas, ataviadas para pasear. Muchas tendrían el doble de mi edad y los cuidados de un bebé para sus rostros, para sus cabellos largos. Cuando me situaron frente al auditorio… hice mi mejor descripción sobre los atractivos turísticos. Trataba, en la experiencia hotelera, al cliente argentino. Aquellas personas parecían hechizadas por mi revelación. Todos querían oír las opciones. Ni el vuelo de un insecto se escuchaba. El silencio escapaba a la tecnología. Mientras, describía el sol, las playas, las gentes. Los hombres, curiosos por la distancia de las instalaciones respecto al mar. Las mujeres, por la vida nocturna de la capital antillana. Luego de tres horas de intercambio, la única diferencia entre la concurrencia y yo, era mi traje rojo.  Una mujer, dicharachera, me describió la rutina de la vida argentina. Como si fuera conocida de la infancia. En un arranque de confianza, pregunté: — ¿Son fríos los argentinos...? ¡Parecen europeos! —No, ellos buscan “minas”, en verano, no te confundas,—me dijo, entre risas, —es el invierno, que los pone así “estacionarios”.
En la noche  me aderecé de acuerdo con la ocasión —de negro, claro, ¡rojo, nunca más! Cené churrasco, ¡el mejor de mi vida! Un vino exquisito. Todo “maritado” con acordes de tangos. La buena mezcla hizo lo “suyo”. Ambiente cálido de alegría latina, diferente. — ¿Quieres que bailemos? Yo… —respondí con temor a flaquear mi cuerpo, “¡me invita, a mí”! —No sé bailar, tangos…, —Yo tampoco, —dijo, y me alzó casi en vilo. Como pluma en la que se impone el viento, floté. Al fin, sentí los pies en el piso. Juntamos los cuerpos. Volamos. Cada uno empeñado en seguir al otro. En abrigar acordes… ¡Su resuello era el mío! ¡Y, viceversa! —Fue una magia ensayada en otra vida, —digo yo. Un espectáculo que, quizá, apreciaron los presentes. Cómo explicar que jamás había bailado un tango. Fue una danza erótica que me hizo sentir mariposa en primavera. — ¿Tú eras, la del traje rojo?, —me preguntó al oído, —¿Y tú, quién eras? —le respondí, tratando de recordarlo. —Un argentino, —me dijo, estrechando más mi cintura, recuperando el paso, que no conseguíamos perder.
…Aun guardo los trajes en mi armario. Ya no son mi talla… El rojo, me recuerda la diferencia. El negro, que puedo volar…

Idania Pérez
Cuba
Imagen: es.123rf.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario