Son muchas las frases geniales en Rayuela. Estas son algunas:
-Después de los cuarenta años la verdadera cara
la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás.
-Cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo.
-Y era tan natural cruzar la calle, subir los
peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin
sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en
nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que
necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.
-Solo en sueños, en la poesía, en el juego —encender una vela,
andar con ella por el corredor— nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de
ser esto que vaya a saber si somos.
-La melancolía de una vida demasiado corta para tantas bibliotecas. Cuando creés que has aprehendido plenamente cualquier cosa, la cosa lo mismo que un iceberg tiene un pedacito por fuera y te lo muestra, y el resto enorme está más allá de tu límite.
-Como si se pudiese elegir en el amor, como si
no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del
patio.
-No me parece que la luciérnaga extraiga mayor
suficiencia del hecho incontrovertible de que es una de las maravillas más
fenomenales de este circo, y sin embargo basta suponerle una conciencia para
comprender que cada vez que se le encandila la barriguita el bicho de luz debe
sentir como una cosquilla de privilegio.
-Cada vez iré sintiendo menos y recordando más.
-¡Música! Melancólico alimento para los que
vivimos de amor.
-La risa ella sola ha cavado más túneles útiles
que todas las lágrimas de la tierra.
-Como no sabías disimular me di cuenta en
seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los
ojos.
-Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos
ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa
instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta
madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
-Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa
golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario,
dejándose caer para levantarse mejor con el impuso. Yo describo y defino y
deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el
puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita
saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden
la retenga. Ese desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y
el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es
desorden más que para mí, enterrado en perjuicios que desprecio y respeto al
mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin
saberlo. Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos.
-¿A vos no te pasa que te despertás a veces con
la exacta conciencia de que en ese momento empieza una increíble equivocación?
-Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni
por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te
quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a
saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no
estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa.
-Porque el mundo ya no importa si uno no tiene
fuerzas para seguir eligiendo algo verdadero, si uno se ordena como un cajón de
la cómoda y te pone a ti de un lado, el domingo del otro, el amor de madre, el
juguete nuevo, la gare de Montparnasse, el tren, la visita que hay que hacer.
-Y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo
estaba de pie, delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos
sostenías dos velas verdes, y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta
lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro.
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