Mi amiga…Carcajadas bizarras y cabellera montaraz. Nos
conocimos adultas. Ella, con su abnegación maternal y sus sábados de planchado.
Yo, con el desparpajo del libre pensamiento y las ansias de devorarme la vida. Las
horas a su lado eran una inversión en buenos momentos, alegrías y confidencias,
mientras preparaba una “zuppa di cozze” o un “risi e bisi”, legado culinario de
su linaje italiano.
Las responsabilidades me alejaron. “Tengo que visitarla”,
dije tantas veces. Pero antes de hacerlo, se fue. Hoy la imagino sobre una góndola zarca,
entre florecillas de Murano, poemas perdidos y sueños inconclusos, surcando el
mediterráneo hacia los mares perpetuos.
Yo, sentida. No pude agitar el
pañuelo para decirle “adiós”…
Olga Cortez Barbera
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